martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo 74




El dolor que ha dejado el suicidio de Thiago es enorme. El joven es sepultado en el panteón de los Valdez. Esther se ha ocupado que el joven tenga un entierro del estatus que desearía la madre del difunto, una madre que no está presente. Rubén se siente el asesino de Thiago. No deja de llorar. Esther lo ha visto hundirse en los últimos meses y ahora lo ve peor que nunca. Constitución no ha querido estar presente. Se ha mantenido al margen. Rubén casi no puede ni tenerse en pie. Se siente agradecido con la joven por todo lo que le ha ayudado, porque se haya hecho cargo de los gastos, de todos los trámites del entierro. Esther lo tiene abrazado. No lo suelta porque cree que si lo hace se va a derrumbar. Es un entierro íntimo. Muy poca gente se ha acercado al cementerio. Algunos amigos de Rubén y Esther. Frente al ataúd, sintiéndose muy culpables, responsables de esta tragedia se encuentran Justo y Jose. Los dos de pie, abrazados. Llorosos. No dicen nada pero llevan el dolor escrito en la cara. Thiago siempre tan libre, tan en sus cosas. Jose siente que si se hubiera preocupado más por él, si hubiera sido un verdadero padre ahora el chico estaría vivo. Justo está a un paso de derrumbarse.
--es mi culpa… es mi culpa… --no deja de murmurar.
Jose trata de animarlo.
--No es culpa de nadie.
Pero Justo siente que no es culpa suya. Mira el elegante ataúd en donde, en una lujosa fosa está siendo depositado su hermano atormentado. Su hermano que con apenas 18 años ya no quiso vivir. Cruz es el sacerdote que da las bendiciones al difunto. No lo han llevado a la iglesia pero Cruz se ha prestado para despedir a su hermano Thiago. Lo ha hecho en especial por Rubén. Éste se siente muy reconfortado porque ya no tiene que callar que es su hermano. Está llorando a su hermano.

Victoria si hubiera querido ir al entierro de su hermano. Está llorando en la habitación. Entra María Piedad y Victoria se enfrenta a ella.
--¡esto que me han hecho no tiene nombre¡¡
--hija, yo…
María Piedad trata de acariciarla pero Victoria no se lo permite, no deja que hable.
--¡¡a mi ahora no se me haga la buenita¡ ¡¡me han dejado encerrada como una prisionera¡¡¡Yo tenía que estar ahora con mi hermano¡
--No te pongas así, no es bueno en tu estado.
Victoria ya no tiene cosas por romper.
--¡mi hermano ha muerto¡
María Piedad se muestra compasiva con ella.
--perdóname, pero sabes que en esta casa no tengo ni voz ni voto. Tu marido fue el que te encerró.
Victoria cada vez odia más a Mac. Lo único bueno de ese embarazo es que ya no se tiene que acostar con él.
--debes cuidamos tu embarazo, fueron cosas de Mac y mi esposo. Yo no me podía enfrentar.
Victoria siente tanta rabia tanto odio que desearía que ese hijo fuera de Sergio pero luego le viene a la cabeza que él la abandonó y que no sería bien recibido por su familia, sobre todo por su madre, un hijo negro. Victoria rechaza, ahora que es tarde, la ayuda de su suegra.
--quiero estar sola.
María Piedad le deja la puerta abierta para mostrar que ya puede salir pero ya no llegaría a tiempo al entierro de su hermano. La joven se queda solas llorando. Llora por Thiago, llora por su propia infelicidad.


Denise por su lado no ha sido incapaz de enfrentarse a la muerte de su hijo. Nunca ha sido buena mostrando sus sentimientos y ahora se siente vacía. Lloró cuando perdió al hijo de Mac ahora no sabe si llorar o sentir rabia por la vergüenza que el suicidio de su hijo ha traído a su familia. No se ha atrevido a dar la cara. No sabe si algún día volverá a atreverse a bajar al pueblo. Se ha refugiado en el río. Ese lugar la purifica y no sólo por los momentos de pasión que ha vivido ahí. Mira ensimismada contemplando el agua que no se da cuenta que alguien se acerca. Es Mac. Sonríe con ternura. Se sienta a su lado.
--sabía que estarías aquí.
Denise lo mira y lo abraza.
--¡gracias por estar aquí¡
Mac es muy cariñoso con la mujer. No entiende que no haya querido estar en el entierro de su hijo pero está ahí con ella.
--¿cómo está mi hija? –pregunta.
Y no es que le importe mucho pero sí ese nieto que lleva dentro.
--la dejé encerrada, no la dejé ir.
--No entiendes que no haya querido ir al entierro de mi hijo ¿no?
Él siempre tiene una sonrisa para ella. No quiere angustiarla.
--yo te hubiera podido acompañar y no se hubiera visto raro pero cada uno vive su pena a su modo.
--¿crees que soy mala madre?
--claro que no.
Mac la besa en la frente. Ella se queda cobijada entre sus brazos. No hacen el amor, lo único que quieren es estar así el uno junto al otro.
--¿y como se lo ha tomado tu esposo?
Denise tiene los ojos cerrados. No se mueve, se siente tan bien entre esos fornidos brazos.
--Ni lo sé ni me importa.
Mac no dice nada pero le gustaría que este golpe avanzara la supuesta enfermedad de su suegro y adelantara su muerte. Luego se siente fatal por pensar eso.


Por otro lado, Demetrio es un hombre de hielo. Va vestido con un traje rojo. Lleva una rosa roja a la tumba de su padre. Se le ve bien, se ha quitado un peso de encima.
--Denise Insunsa está de luto… --dice divertido-- ese hijo con el que quería quitarme mi herencia. Dios ha hecho justicia, eso hijo no debería haber existido y al fin está donde debe estar… en ningún sitio… polvo… Su otro bastardo también morirá. La justicia divina es muy grande.
Ríe…
--Su nieto será uno de mis herederos principales pero para eso faltan muchos años y esa golfa ya estará muerta…
Ríe como loco.
--¡me gustaría ver a esa perra a la cara y escupirle que tiene lo que se merece¡
Demetrio le habla a su padre. A su lado están los restos de Joaquín. Demetrio no quiere sentir dolor, no quiere pensar en la muerte de su hijo. Ya no está contento. Abandona el lugar con una angustia que no quiere sentir.



En el momento que una piedra cubre lo que será la morada eterna de su hermano Thiago, Justo se derrumba. No puede más. Cae de rodillas. Siente que es su culpa y nadie puede hacerle sentir lo contrario. No se da cuenta que un moreno que está detrás de Rubén lo mira de una manera muy especial. Rubén no soporta ver a Justo mal. Jose se agacha y lo abraza. Rubén tiene miedo que Justo se derrumbe y que de nuevo ponga su vida en peligro. Rubén se acerca a él. Tiene miedo a su rechazo, que lo culpe de la muerte de Thiago. Le pone la mano en los hombros. Con la voz rota le dice:
--Lo siento, te fallé…
Justo mira a Rubén triste pero con cariño. No se esperaba ver remordimientos en él.
--¿tú? ¡tú eres el único que te has portado bien con mi hermano¡ ¡tú lo has entendido¡
--tu hermano se mató por mi, no pude impedirlo…
Rubén no quiere angustiar más a Justo pero no puede evitar que se le salgan algunas lágrimas. Justo se levanta. Rubén necesita el abrazo de Justo pero él no se atrevería a hacerlo. Justo abraza a Rubén con mucho cariño:
--has sido un ángel para nosotros. Me gusta mucho que seas mi sobrino. Para mí siempre serás mi hermano.
Rubén y Justo necesitan sentir el uno el cariño del otro. Les hace bien ese abrazo.

(Justo con los amigos de Rubén (el del extremo se siente atraído hacia Justo)

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